Camino CRÓNICA.
Veo sombras reflejadas en los cristales de las casas que me
encuentro a ambos lados de mí, noto el frío y el calor que choca contra él al
salir de la casa, yo camino cuesta arriba. Voy lejos. No sé dónde, ni cuánto
voy a tardar, no sé si llegaré a mi destino indescifrable, tampoco si viviré
una noche más. No sé absolutamente nada del futuro, no quiero nada del pasado y
me duele caminar por este presente. No tengo sitio en este mundo, pero tampoco
tengo valor para quitarme del medio, no tengo valor así que dejo que sea el
tiempo el que hable en mi nombre para hacer aquello que tanto deseo. La
oscuridad me rodea por todos lados, llego a un punto del mundo en el que no sé
dónde estoy, dónde puedo ir, ni de dónde vengo; aunque mi lugar de procedencia
prefiero dejarlo lejos de todo esto, lejos de todo lo que está ocurriendo ahora
mismo, lejos de mi vida terrenal, mis últimos días como humana, como parte de
este juego infernal que llaman vida aquellos que tienen las piezas para
vivirla.
Camino en la oscuridad de las partes más escondidas de mi
mente, se tambalea mi realidad entre recuerdos que debería olvidar, me pierdo
en el camino laberíntico de pasadizos y recovecos que me guardo en mi
atormentado cerebro, en mis cansados pensamientos que solo buscan dormir para
siempre, que solo buscan la paz que nunca consiguen encontrar, la felicidad que
tantas veces nos ha sido arrebatada de un solo plumazo.
Cada vez noto más oscuridad a mí al rededor, cada vez más
frío, cada vez más miedo atenazando mis músculos, los cuales se contraen y
tiemblan tratando de mantenerse sanos. Tengo miedo, no sé dónde ir, no sé qué
hacer... Quiero salir de aquí, llevo caminando mucho tiempo, me he cansado de
tanto luchar, de tanto perder, de pensar que podía y acabar fracasando como de
costumbre. Me he cansado de ser inútil para el mundo en el que me ha tocado
vivir, me he cansado y ya no queda nada que decidir. Me siento a un lado del
camino, ha comenzado a amanecer y ya estoy muy lejos de mi punto de partida,
estoy cansada, no siento el calor de mis células. De repente me percato de una
sombra a mi lado que me sigue, algo que creo que lleva ahí toda la noche. Le
exijo que se muestre y de entre los arbustos sale él, preparado para
acompañarme en mi viaje, como tantas otras veces prometió que haría.
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