La trayectoria del ballet en nuestro país no ofrece
momentos de extraordinario relieve, pero presenta sí ciertas peculiaridades que
la hace diferir de movimientos análogos en países europeos y americanos. La
realidad de este arte en 1960 año del sesquicentenario de nuestra
Independencia, muestra a un grupo con 18 años de vida: el Ballet Nacional
Chileno, de interesante línea estética y sólido prestigio dentro y fuera del
país. Junto a él, comienza a perfilarse, desde hace más de un año, un conjunto
joven, el Ballet de Arte Moderno, que viene a complementar la labor del grupo
universitario y que se ha transformado en cuerpo estable del Teatro Municipal,
subvencionado por la I. Municipalidad.
Un progresivo número de compañías y solistas
extranjeros llegan hasta nuestro Teatro Municipal y, en 1960, los conjuntos
estables han recibido, en calidad de artistas huéspedes, a varios conocidos
artistas coreógrafos y maitres de ballet extranjeros. Crece, día a día, el
interés del público por este arte y las academias particulares proliferan al
amparo de este desarrollo. Compañías particulares llevan una vida esporádica
pero valiente, como el Victory Ballet y el Ballet Experimental. Sin duda, el presente es, en
muchos sentidos, auspicioso y su innegable florecimiento es el producto de todo
un pasado histórico, cuyas características básicas señalaremos en este ensayo.
Esta larga etapa comprende las manifestaciones
aisladas surgidas del acervo nacional en forma de bailes populares y de salón
que en diversos períodos de nuestra vida cívica han adquirido especial relieve.
Los orígenes de tales danzas pueden encontrarse en Chile, en la época de la
Colonia, con su doble fuente: las danzas religiosas araucanas (los ngillatunes
o purums) y las danzas procesionales de los conquistadores. Ambas corrientes se
fusionan y dan origen a ceremonias como las de celebración de Corpus Christi,
los bailes de los catimbaos y de las cofradías de chinos, alféreces de
Quillota, Olmué, Andacollo e Isla de Chiloé, ya en el siglo XVIII y que, en
algunos casos, se mantiene hasta nuestros días.
En los albores de la Independencia, el criollo ya
ha concedido carta de ciudadanía a algunos bailes de raíces hispanas, peruanas
y, más tarde, argentinas. Las festividades y sucesos de interés colectivo son
solemnizados por la diversión favorita, el baile en sitios al aire libre,
plazas y ferias, o bien en los elegantes salones de aquellos años. Encontramos,
entonces, dos formas bien definidas de bailes, los populares y los
aristocráticos, que constituían uno de los mayores esparcimientos de los
elegantes de esos años.
Los mejores salones de aquella época supieron de
bailes como el paspié, el churrirín, minuet, gavota, contradanza; años después
la compleja cuadrilla y, por último, el galante vals. Estos bailes serios,
ceremoniosos, diferían notoriamente, en los primeros tiempos, de las danzas
populares, de chicoteo o picarescas, entre las cuales destacaban, el abuelito,
los coloniales fandangos, el bolero, la fantástica cachucha, la revoltosa,
jurga, la solita, la coqueta cachupina, el cuando y la popularísima zamacueca.
Desde el Perú, que en esos siglos tenía un ambiente
más liberal que el nuestro, llegó a los salones santiaguinos la lujuriosa
zapatera que hizo verdadero furor antes de ser puesta en estricta prohibición
por la Iglesia y junto a ella hicieron su aparición, también, la zamba y el
gallinazo. El aporte argentino se hizo sentir a través de las tropas del
Ejército Libertador que puso de moda la sajuriana, el pericón, la perdiz y el
encantador cielito. Este último alcanza tal popularidad, que se transformó en
número obligado en todos los festejos colectivos y en las ceremonias de interés
general. Posee, además, una fuerte dosis de elementos teatrales y escénicos,
factores que explican el que muy pronto subiera al escenario, junto con la
zamacueca, creando el eslabón entre lo espontáneo y lo elaborado o danza
teatral. Entre los años 1820 y 1840, los Cañetes se hacen famosos en este
género. En 1839, don José Joaquín de Mora propone al Gobierno la creación de
una Escuela de Baile, con fines tanto pedagógicos como moralizantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario